domingo, 3 de abril de 2011

El señor de las moscas



Las difíciles condiciones de supervivencia de un grupo de adolescentes sirve al autor, el premio Nobel William Golding, para ilustrar su tesis de que el mal y la condición humana son inseparables. Aclamada por la crítica y el público, El señor de las moscas es una de las grandes fábulas morales de las últimas décadas.

Un grupo de niños se ve obligado a sobrevivir en una isla desierta. El avión en que volaban se ha estrellado y entre los supervivientes no hay adultos. El punto de partida de esta novela de robinsones plantea al lector infinidad de interrogantes. ¿Cómo se las arreglarán para sobrevivir? ¿Cómo será la relación entre ellos? ¿Qué tipo de organización social adoptarán? ¿Colaborarán entre sí o competirán? ¿Quién será el líder? ¿Aceptarán los demás su autoridad? ¿Establecerán unas normas para todos?
Éstas y otras muchas preguntas van respondiéndose a lo largo del libro. El desenlace es difícil de prever, pero llega a parecer inevitable. El lector tiene ocasión de comprobar con asombro cómo el mal se presenta en forma de actos brutales que adquieren la categoría de ritos.
La novela constituye una cruda reflexión sobre la condición humana, si bien el final está abierto a la esperanza. Según el autor, Belcebú, el señor de las moscas, habita en nosotros siempre alerta, dispuesto a dominar el entorno más inmediato. Con todo, Golding nunca llega a juzgar a sus personajes: deja ese trabajo al lector.

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